Casa de Torres forma parte de la historia del Corazón del Salnés. Su magnífica fachada de estilo indiano ha quedado impresa en la memoria colectiva de la comarca.
La fachada, seña distintiva de Casa de Torres, fue esculpida en 1923 por mi tío bisabuelo recién retornado de Uruguay. Esta remodelación transformó la antigua casa de labranza tradicional, adaptándola al gusto colonial de la época. Elementos característicos del Salnés, como el hórreo, el pozo, el corral y una bodega, la anclan a la esencia arquitectónica de la región.
Pero la casa es más que arquitectura; es la suma de vivencias, compromisos y la esencia misma de mi familia. A principios y mediados del siglo XIX, albergó una tienda de ultramarinos y taberna, «El Comercio», cuyos vestigios y mobiliario aún perviven en la planta baja. En estos años destacaba también por disponer de uno de los salones de baile en los que se daban cita los jóvenes de la comarca.
Es aquí donde mi abuela y sus 11 hermanos escribieron parte de sus vidas, en una etapa en la que España experimentaba profundos cambios, marcando así una conexión única con nuestra historia.
Esta narrativa persiste a lo largo de las décadas de los 70 y 80, cuando Casa de Torres se erigía como un hito en la PO550, siendo testigo de las familias que, en domingos y festivos, se dirigían a la playa de La Lanzada.
En 2017, cuando asumí la responsabilidad de la casa, me propuse llevar adelante un proyecto que me permitiera compartir su encanto. Así nació la idea de «Casa de Torres», un alojamiento destinado a ser disfrutado por todos. Para lograrlo, se implementaron una serie de cambios, elevando su comodidad mientras preservábamos su esencia, respetando meticulosamente materiales y mobiliario.
En nuestro afán por mejorar, recientemente hemos renovado parte de la casa para crear un nuevo espacio, O Patín. Esta reforma, realizada por los mejores profesionales del sector, ha rejuvenecido la propiedad, conservando su distinción y calidez.
Esther